Así es. Lo confieso: No voy con ilusión a las urnas.
Antes, directamente no iba. Y ahora voy en defensa propia, para elegir lo que menos daño creo que nos pueda hacer, en un sistema de representación y de toma de decisiones que no me parece el mejor, pero tampoco encuentro la manera de cambiarlo.
Es difícil enviar a la mierda todo un sistema. E ingenuo pensar que por no participar de él, deja de existir. E incluso que por no elegir quién te va a «gobernar» (mandao cojones) va a dejar de hacerlo o aquello de que puede que llegue un día en que «si nadie fuera a votar, al final la cosa cambiaría». Sueño con eso. Con dejarles todo el mundo con un palmo de narices con sus papeletas y sus urnas. Me parecería precioso. Un acto poético sublime en el que cada ser humano sería capaz de decir lo que quiere por si mismo. Y en donde los «líderes» o aquellas personas que quieren demostrar cuánta razón tienen lo hiciesen con un poco de humildad (por que, a veces, quien cree que tiene la razón, está en lo cierto en algo), sin salvar a nadie o sin sentir que están haciendo el gran favor a la humanidad, cuando lo que buscan en la mayoría de los casos es significación social.
Ya sé que soy un aguafiestas. Ya sé que, al menos hoy, debería estar contento. Ya sé, incluso, que públicamente he apoyado (o al menos he estado cantando ;P) en actos de campaña de grupos que, como he dicho, considero que son lo mejor en este sistema «democrático».
Pero tengo una extraña sensación de tristeza. Tal vez sea simplemente eso, que soy un aguafiestas.
Que nadie se lo tome como algo personal, por favor. No es mi intención. Conozco personas que se puede considerar «buena gente» hasta en el PP. No comparto en absoluto su manera de proceder, creo que en algún punto de sus reflexiones siempre hay un engaño, y siempre suele ser motivado por un motivo de beneficio personal. Pero ¿quién no lo hace?¿Quién no quiere beneficiarse personalmente? Está claro que el problema viene cuando quieres beneficiarte personalmente y no te importe que eso perjudique a otras personas. Pero eso es tan difícil de dirimir… ¿no? Vale. A veces no.
Tampoco es mi intención tirarme a joder sobre esa gente que cree sinceramente que la política pasa por las urnas sí o sí. Y en lo local aún lo puedo entender, por que los cauces de participación y las maneras de tomar decisiones que afecten realmente a cada cual, es mucho más sencillo y realista que algo que trascienda lo municipal. Lo barrial diría yo. Es a lo máximo que alcanzan mis ojos políticos. Y se me queda grande. A veces se me queda grande hasta mi lado de la cama. Hay mucha gente que cree que la representatividad va a ser más real ahora, ya que los cauces de participación se van a hacer más accesibles y va a ser más sencillo lo de controlar al «gestor de las aspiraciones de su pueblo» Pero el quid de la cuestión es ¿la gente de verdad quiere participar? ¿Toda? ¿El que no quiere participar es culpable de traición? ¿Cuánta gente vota pensando en que quien gestiona es quien decide TODO y a mi que me llamen dentro de cuatro años? Delego mi voto y con él toda mi vida política. No tengo ganas de asambleas. No me da la vida. Decídelo tú, que me fío de ti. ¡No quiero que te fíes de mi, quiero que lo hagamos juntas! Pues si sabes contar, no cuentes conmigo… ¿De verdad estamos es el momento para decidir en asamblea según qué cosas? Más de una vez he oído que no todo el mundo tiene capacidad para decidir, que hay gente más cualificada que otra para la toma de decisiones. En ámbitos participativos de «izquierda», no en una sede de VOX o de Europa 2000. ¿Cuál es el juego entonces?¿Generamos un clima de participacionismo? Se convoca un asamblea, la gente que va es la que decide, pero si deciden algo en contra de lo que otra gente que se considera más «cualificada» (que puede que no esté ni en la asamblea) no vale la decisión. No me invento nada ¿verdad? Que conste que entienda que hay que elegir siempre la mejor de las opciones, pero eso hay que consensuarlo. Y el consenso no siempre tiene por que atender a cuestiones racionales. Tampoco, evidentemente, a cuestiones emotivas. A caso una mezcla de las dos. Y sabemos lo complicados que son los grupos humanos y lo fácil que es crear tendencia, incluso cuando no se quiere hacer. En definitiva, que es un proceso que tal vez haya que empezar, pero que no sabemos gestionar. Al menos de la manera que yo, desde mi corta experiencia, considero óptima. Seguramente ahora me las esté dando de listo en busca que mi significación social o simplemente busque aclararme las ideas de esta resaca triste. Nunca lo sabré. Tampoco quiero. Tal vez más lo primero que lo segundo si no ¿para qué lo publico con lo celoso de mi intimidad que soy? Tal vez crea que hay algo de cierto y que guardármelo sea egoísta. Decídelo tú.
Dejo este tema mejor. Ya digo, que no es nada personal. Creo que nos trasciende y nos supera, al menos en los niveles de voluntad de cambio que nos movemos «la mayoría»: quiero que alguien haga por mi algo para estar mejor, entendiendo estar mejor no perder mis comodidades y privilegios. En los casos más altruistas, tratando de que las personas «menos favorecidas» puedan «parecerse un poco a mi» (burdo resumen, de acuerdo). Y en un siguiente nivel, que los ricos sean un poco menos ricos, que ya les vale.
En definitiva, el consabido «que todo cambie para que no cambie nada».
Por que, no nos engañemos ¿A caso alguien cree sinceramente que cuando se entre en el nivel «Que los ricos sean menos ricos» se van a quedar de brazos cruzados? ¿Alguien nos está avisando de la que nos va a caer encima si seguimos abanderando el «cambio»?(Sólo recuerdo una carta de Teresa Rodríguez tras las europeas que lo mencionaba) ¿Estamos preparadas para enfrentarnos a lo que nos viene? ¿Es la única manera de hacerlo?
No engaño a nadie si digo que siento más simpatía por las ideas anarquistas que por cualquier otro ideario político. El anarquismo ibérico diría, más allá del uso de la violencia que tanto nos han vendido en los libros de historia (por que cuando nació Bakunin no existía ETA que si no….) «Tu libertad acaba donde empieza la del otro». Apoyo mutuo, la cooperación, la solidaridad, la única a autoridad la que viene de dentro… y a veces ni esa 😉 el valor de lo individual si olvidar lo colectivo, la fuerza (lo imperativo) de lo local, la autogestión, el reparto de la riqueza, la LIBERTAD.
Muchos son los logros históricos de este movimiento: desde las 8 horas laborales (que nos está costando mantener) a las colectivizaciones de fábricas, a aventuras más beligerantes de la dictadura como la de los maquis, o el movimiento Punk, del que me siento heredero hasta el tuétano en lo anarquista. No soy profe de historia ni lo quiero ser.
Hoy por hoy miro y no sé dónde encontrar en el presente este espíritu. Tal vez sea yo. Tal vez sólo no queden mentes iluminadas, muchas personas que se ilusionan con lo que esas mentes dicen y poco actuar. ¿Demasiado acento en lo individual tal vez? No hay ámbito anarquista que conozca que no me de la sensación de desorganizado, de «pasado de vueltas» o de que hay quien corta el bacalao en la sombra. Tal vez sea yo, ya digo, justificando mi comodidad y viéndome reflejado en este escrito de arriba a abajo. Dicen que no se es capaz de ver un error si no lo cometes. Pues eso, que puede que sea yo.
No sé cómo he llegado aquí.
Sé el punto de partida: ayer seguí los escrutinios como el que más, pero no quería que ganase nadie. Quería que perdiéramos lo menos posible.
Y voté. Ya ves si voté.
Pero me inunda una extraña tristeza a pesar de haber «ganado» (esa es otra) entre tanta alegría de gentes cercanas que tenía que escupirlo y d-espejarme un poco. De esta sale un canción. O eso espero.
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